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En todo el mundo, las almas que anhelan una conciencia más profunda de la Presencia Misericordiosa y Amorosa de Dios en cada momento, dirigen ahora su mirada con emoción y santa alegría hacia el Miércoles de Ceniza. 

                        Este es el tiempo de la llamada de Dios.

Se nos invita a encontrarnos con Él de maneras nuevas durante nuestros días de Cuaresma; a acompañarle en la Semana Santa antes y durante su Pasión; a celebrar con Él y en Él con santa alegría el Domingo de Resurrección. Cuando el Espíritu Señor nos arrastra por este camino de transformación de nuestra alma, sus divinas inspiraciones son nuestros faros y le oímos hablar con palabras que no tienen sonido:

«Jesús no necesita libros ni Doctores de Divinidad para instruir a las almas; Él, el Doctor de Doctores, enseña sin ruido de palabras».

Un profundo anhelo gime en nuestras almas por «conocerle, amarle, servirle en nuestro mundo», y el amor apasionado de Cristo por nosotros y Su Deseo de Unión Íntima con nuestra alma nos llena de silencioso asombro. 

«Entre Dios y el alma suceden siempre cosas secretas». 

Y están sucediendo en la ordinariez de nuestros días, sin ser vistas, íntimamente ocultas mientras el Espíritu Santo nos habla. A medida que renunciamos a nosotros mismos, a nuestras opiniones, a nuestras esperanzas, a nuestras familias, a nuestras expectativas, al control que nunca fue nuestro, los milagros espirituales comienzan a remodelar nuestros deseos y a transformar nuestras relaciones. 

Este es el tiempo de Cuaresma en el que el Señor Espíritu nos pide permiso para purificar nuestra alma. Cuando le damos nuestro SÍ, nuestro FIAT, en la cotidianidad de nuestros días de Cuaresma, en nuestro trabajo diario común, le permitimos cambiar y desechar la escoria residual de nuestros pecados pasados que silencia la Voz de los Tres Divinos que habitan tan humildemente dentro de nuestras almas en amor más allá de todo relato. 

Cuando le damos permiso para que nos purifique durante nuestro camino cuaresmal, el Señor Espíritu comienza a transformarnos en el ser glorificado que Dios ha elegido para ser Sus instrumentos de amor:

«El Fuego que purifica es un Fuego Inteligente. Regula la violencia de Su Llama según el efecto que quiere producir».

El Señor Espíritu es la Llama. Él sabe cómo seremos en nuestro estado glorificado en el Cielo y las pruebas y los sufrimientos que Dios nos permite soportar son Sus herramientas de purificación que nos transformarán en el ser glorificado que Dios ordenó que fuéramos. 

Los sufrimientos nos conforman a Cristo Crucificado. Sin embargo, a veces, una burla silenciosa de queja puede entrar en nuestros pensamientos....

«¿No ve Él nuestra angustia y la carga que nos agobia? ¿Por qué no viene a consolarnos?

¡Él sabe que es el único medio de prepararnos para conocerle como Él se conoce, y para llegar a ser nosotros mismos Divinos!

«Dios ya nos ve en la gloria y se alegra de nuestra dicha eterna. Ahora entiendo por qué nos deja sufrir».

Durante nuestra purificación cuaresmal, sonreír a través del dolor y el sufrimiento espiritual es difícil porque en nuestra débil y frágil humanidad, las pruebas espirituales pueden magullarnos, y nos encontramos enfrentados a esa arma tan bien utilizada por satanás... el desánimo. 

«Todo nuestro ser se opone al sufrimiento anunciado. Nuestra pobre naturaleza humana y nuestra fe necesitan ser sostenidas. Digamos a Nuestro Señor: Muéstrame la luz lejana al final del túnel para que caminemos hacia este punto luminoso que brilla en la oscuridad.» 

Y la pequeña Teresita del Niño Jesús y de la Santa Faz nos recuerda algunos «cómos» para alejarnos del desaliento y caminar hacia ese punto luminoso en nuestra oscuridad de purificación, para asegurar a Jesús Señor nuestro amor por Él y para unirnos a Teresita en ganar almas para Él... cuando ella sufría mucho, en vez de llevar una mirada melancólica, llevaba una sonrisa; cuando se encontraba en un estado de sequedad espiritual y no podía rezar, buscaba pequeñas nimiedades para agradar a Jesús, como no cruzar los tobillos durante las largas horas de oración comunitaria; o decir una palabra amable cuando prefería callar; o cuando hemos sido acusados injustamente no nos defendemos y así dejamos que Dios haga justicia. 

Nuestra Madre María, la Inmaculada del Espíritu Santo, concluye nuestros pensamientos mientras nos acercamos al Miércoles de Ceniza y a nuestra Cuaresma de transformación.

El Beato María Eugenio imagina la mirada de nuestra querida Madre ante el cuerpo muerto de su hijo Jesús bajado de la Cruz y depositado en sus brazos. 

El padre María Eugenio nos propone una meditación cuaresmal:

«Maternalmente, miras sus llagas, su rostro, descubres su majestad y lo besas. Permítenos besarle después de ti: su frente, sus pies y sus manos, la herida de su corazón».





          Nuestro camino cuaresmal hacia el abandono de uno mismo, la renuncia a uno mismo y la entrega a la voluntad de Dios comienza cuando permanecemos, en silencio, junto a la Madre de Cristo y Madre nuestra.




                 * TODAS LAS CITAS SON DE SANTA TERESITA DEL NIÑO JESÚS Y DEL SANTO ROSTRO (OCD) Y DE LA BEATA MARIE EUGENIA DEL NIÑO JESÚS (OCD)

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